Por Carlos Tórtora/El Informador Público.-
La presidente abandonó ayer la táctica de supeditar la elevación del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias a que las paritarias no superaran el 20% de aumento salarial. Al tomar la iniciativa de subir el piso de ganancias en un 20%, CFK apuntó a desarticular la inminente convocatoria de la CGT de Hugo Moyano a un plan de lucha y también a la necesidad de contar con un argumento de peso para tratar de moderar los aumentos salariales.
En consonancia con esto último, el tono del discurso presidencial de ayer mostró ciertos matices. Se refirió al riesgo de la escalada inflacionaria y descargó las responsabilidades sobre este tema en los gobernadores. Despreció también indirectamente las ambiciones presidenciales de Daniel Scioli y José Manuel de la Sota, criticó a Mauricio Macri por el aumento del boleto de subte a $ 3,50 y a los sindicalistas bancarios y rurales, descalificó a los jueces por la frecuente aplicación de medidas cautelares y anunció el aumento del 15% de las jubilaciones a partir de marzo.
La reacción presidencial de ayer tiene también que ver con los probables efectos políticos de la puja salarial y la escalada inflacionaria. Por primera vez desde el 2003, el kirchnerismo está llegando a la línea de largada del calendario electoral con problemas reales de control en el frente interno del peronismo. Y estas tensiones se agravan en parte porque, también por primera vez en una década, hay un sindicalismo opositor peronista que alimenta los proyectos de rebeldía política.
El laberinto bonaerense
El vocero del sciolismo duro, el senador Baldomero “Cacho” Álvarez, anunció que este sector se prepara para presentar listas propias de candidatos por fuera del Frente para la Victoria. Este amague no sólo exterioriza la crisis con el cristinismo sino que intenta condicionar el juego de Sergio Massa. Es decir, si éste finalmente no se presenta fuera del kirchnerismo, el ultrasciolismo ocuparía ese espacio. Lo que queda claro es que, por uno u otro camino, habrá un kirchnerismo disidente que tratará de captar a los sectores que se alejaron del gobierno y abrir el rumbo para un 2015 sin CFK. La operación del gobierno para abortar la rebeldía consistió en crear un mecanismo de asignación de fondos nacionales a los municipios sin pasar por las gobernaciones, para asegurarse que los intendentes no abandonen el barco. Pero la realidad política en este caso es más compleja y sutil. Lo más probable es que ninguno de los intendentes peronistas de Buenos Aires rompa relaciones con la Casa Rosada para no arriesgarse a sufrir un serio castigo económico y político que podría llegar a su remoción. Pero entre los alcaldes del conurbano crece otra alternativa. Muchos de ellos se preparan para jugar a dos puntas, es decir, participando del FpV y a la vez colocando candidatos propios en las listas de los disidentes sciolistas y/o massistas. El peligro para el gobierno es obvio: podría repetirse -agravado- lo ocurrido el 28 de junio del 2009, cuando muchos intendentes K hicieron arreglos subterráneos con Unión PRO y el resultado fue la derrota de la lista que encabezaba Néstor Kirchner. Ahora, una maniobra masiva de este tipo podría ser el punto final para la estrategia de la reforma y la reelección.
Para el plan presidencial de Scioli, este proceso puede ser una salida, aunque riesgosa. En su entorno se impone la opinión de que la presidente no lo invitará a discutir el armado de las listas de candidatos y que, a partir de la crisis desatada por el pedido sciolista para discutir la coparticipación, el cristinismo se prepara para quedarse con casi todas las candidaturas. Ante el riesgo de ser excluido sin miramientos, al ex motonauta no le quedaría otro camino que avalar una lista paralela al FpV. Ahora estaría discutiéndose si simplemente hará la vista gorda ante la ruptura de sus seguidores con la Casa Rosada o si hará algo más. De ser así, podría dejar que uno de sus ministros se ponga al frente de la lista para diputados nacionales, con lo cual la sublevación tendría un perfil más institucional. La candidata para este rol sería la Ministra de Gobierno Cristina Álvarez Rodríguez, a cargo también de la presidencia del PJ bonaerense. De elegirse esta opción, es obvio que Scioli debería asumir cierto patrocinio sobre la ruptura. Pero la misma sólo se concretaría luego de que el gobierno ignore al sciolismo en la confección de las listas.